martes, 29 de junio de 2010

Me corro en la piscina (Versión 1)


Mi fichaje más reciente permanecía dentro de la piscina, con medio cuerpazo fuera del agua. Enseguida habían llamado mi atención su corpulencia, su sexy vello corporal, su cara de cerdo vicioso. ¿De dónde había salido aquel tío que me ponía tan burraco?

Desprendía aquel maromo un olor a macho limpio, con ese aroma inconfundible a Williams que tanto alimentó mis fantasías onanistas durante mi adolescencia. Aquel tío me provocaba ensoñaciones en las que me visualizaba a mí mismo comiéndole los sobacos, justo allí, delante del resto de los bañistas.



Me entraron unas ganas irresistibles de acariciarme la entrepierna. Me ponía la sola idea de hacerme una paja allí mismo, bajo el agua, de cara a aquel macho y que nadie pudiera advertirlo. O mejor sí, mejor que cualesquiera de los otros maduros que estuviera rondando por allí pudiera percatarse de mi acecho, de mi juego.

Nadé hacia el borde de la piscina y me situé cerca de mi fichaje, como él, de cara al interior de la pila. Flexioné una pierna apoyándola en el muro. Si alguien se fijaba en mí manteniendo aquella postura, sólo podría observar que tenía una mano apoyada en mi regazo. Aunque yo ya me estaba acariciando.


Me la estaba tocando mientras no dejaba de mirar a aquel barbas tan atractivo. Aquella situación me excitaba sobremanera. Pero quería más, necesitaba acariciar mi polla más directamente, así que me la saqué con disimulo por el pernil del pantalón. Me la acariciaba con dos dedos, lo suficiente como para desnudarme el capullo. Estaba tan caliente que aquella leve caricia podría hacer que me corriera de un momento a otro.

Y cómo estaba aquel macho, cómo me gustaba observar el vello de su pecho medio mojado. Me encandilaban sus tetas, su barba tupida, su piel cubierta de aquella pelambrera nívea. No podía aguantar más, quería correrme antes de que aquel tío pudiera marcharse de allí. Acentué el ritmo de mis dedos que acariciaban mi capullo sin parar. Sentí que me iba y quería que aquel tipo me mirase. "¿Tiene hora…?", le dije. "¿Tiene hora, por favor…?" Y sentí cómo se me escapaba la lefa, mientras aquel tipo me miraba, tras sus malditas gafas de sol.


jueves, 24 de junio de 2010

Colchonetas

Me he dado cuenta de que me encanta ver tíos montados en colchonetas. Ya hablé hace un tiempo de este tema, pero no he podido evitar repetirme.


Mira esa polla chorreando, ese capullo desvelándose bajo la tela mojada. Hum... qué mamadón podría llevarse el de las gafas de espejo.




Uf, me encanta ese hoyito al final de tu espalda.









Menuda raja, toda peluda. ¿Quieres que te la coma un poco?





Me encanta que seas tan cerdo; que te metas los dedos en la boca, aunque todo aquel que te vea se entere de que tienes ganas de mamármela.

Y es que cuando el sol me calienta los huevos me pongo muy verraco y necesito pasarme a alguien por la piedra.



savesave

martes, 22 de junio de 2010

El verano

Estoy deseando que llegue el verano, el pleno y tórrido verano, para poder admirar a mi antojo los cuerpos semidesnudos de los tíos en las piscinas, en las playas y en los lagos. Será una gozada volver a contemplar esas piernas y esas barrigas peludas, los pies enfundados en las sexys sandalias y los pechos adornados con ínfimas cadenitas doradas; los cuerpos perfectos e imperfectos, las pieles sudadas, los paquetes abultados y calientes bajo el sol. De todo ello hablaremos en las entradas siguientes.

¿Se nota que me encanta el verano?








jueves, 17 de junio de 2010

El operario

Llevo un tiempo marcando a ese operario de la obra que se ve desde la ventana de la oficina. No es que el tipo en cuestión esté especialmente bueno, pero me pone el hecho de poder observarlo sin ser descubierto. Y por qué no decirlo: me dejo llevar por el trasnochado fetichismo de que se trata de un operario, de un tío supuestamente rudo y macho en extremo. Hasta me he hecho una paja en los servicios imaginando que me practica alguna que otra cerdada.

Hoy lo he pillado in fraganti, echándose una siestecilla después del bocata del medio día. Mira qué boca y mira esa mano dejada caer despreocupadamente cerca de su paquete. Hum... si hasta me entran ganas de que me haga algo, lo que sea, yo qué sé, con esa zapatilla de deporte...



Y de repente se despierta y... ¡Coño, parece que va a mear! ¿No irá a sacarse la chorra? ¡Qué cabrón!




Ah, pero no, no se ha puesto a mear, pero... ¿no irá a quitarse el pantalón?




¡Que sí, que sí, que se está quitando el pantalón!



¡Joder, vaya muslacos! (No tiene por qué ser cierto que tiene unos pedazo de muslos, pero la excitación es así.) Y esa mano... Anda, tócate un poco el paquete, que me vas a poner muy burro. Venga, aunque sea un pellizquito para recolocarte la polla...



Y el muy hijoputa no lleva calzoncillos blancos, me cago en...


Joder, el jefe me ha llamado y ahora a ver cómo disimulo la tienda de campaña...



martes, 15 de junio de 2010

La fuerza de un macho

Me gusta sentir la fuerza de un hombre, el vigor genético y auténtico de un macho como el de las fotos. Ya he dicho alguna vez que me encantaría encontrarme entre los brazos de un tiarraco fuerte, rotundo, del que fuese consciente que sería capaz de destrozarme si se lo propusiera, pero con la delicadeza y el raciocino suficientes como para no hacerlo.

Disfrutaría golpeando con mis puños el pecho de este bravucón. Estoy seguro de que estaría duro como una piedra, aparte de que si fuera él el que me golpease a mí, éste que escribe terminaría con el culo estampado en el suelo; pero, eso sí, dispuesto a que a continuación hiciera conmigo lo que le viniese en gana.










Descubro una tirita colocada toscamente en el dedo índice de su mano izquierda que hace saltar la mecánica de mi fetichismo: ¿será carnicero, carpintero o mecánico? ¿Utilizará un mono de trabajo para desempeñar su empleo? ¿Llevará el mono con la cremallera abierta hasta el ombligo para ir enseñando esa mata de pelo que inunda su pecho? Hum...











jueves, 10 de junio de 2010

Peludos, pero por todas partes

No sé por qué esa aversión vuestra (estoy pensando, en concreto, en dos de vosotros) hacia el pelo en los hombros y en la espalda. Con lo que me gusta a mí abrazarme a un tío y que mis dedos sólo encuentren vello por todas partes. ¿Por qué voy a conformarme solamente con el tapizado del pecho, si puedo tener una espalda bien pobladita?

Qué gozada que se me arrime un peludo de estos, sudado, chorreando, y que mis manos puedan tocar y tocar pelo húmedo y caliente, hum...






Ay, ay, que me ha salido otra vez el cerdaco del helado...







Este me parece irresistible. Qué manazas...